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EL BIEN VIRTUAL

Hace unos días se anunció la beatificación de Carlo Acutis, un joven italiano que falleció de leucemia el 12 de octubre de 2006, con tan solo 15 años. El Papa lo ha presentado como “modelo de santidad juvenil en la era digital”, por su empeño en aplicar las nuevas tecnologías para difundir a nivel mundial la devoción a la Eucaristía y al Rosario. De ahí que se le conozca como el “ciberapóstol de la Eucaristía”.


Me gustó mucho una frase del postulador de su causa, Nicola Gori, quien comentó en una entrevista que Carlo “nunca usó el internet para algo que no fuera hacer el bien”, pues me parece de la mayor importancia en la era actual y sobre todo en estos días en que prácticamente todo lo que experimentamos con los demás es a través de los distintos medios que los avances tecnológicos nos ofrecen.


El confinamiento nos ha llevado a una nueva forma de relacionarnos en el trabajo, con la familia y los amigos, hasta el punto de que en distintos foros se habla de un antes y un después de la pandemia; de ventajas y desventajas de las relaciones virtuales.





Mi querido amigo Pato Coello, quien suele caracterizarse por su incansable capacidad de convocatoria, organizó, a principios de este inolvidable año, una reunión que tendría lugar el pasado 13 de junio, entre todos los amigos y amigas que convivimos, de alguna u otra forma, desde el Kínder, hasta terminar la Prepa. Aprovechando los medios tecnológicos montó el evento en las redes y nos puso en contacto a más de 80, en un grupo de WhatsApp, al que se han ido sumando cada vez más amigas y amigos, que hacen sus vidas en distintas partes del país y del mundo. Nos hemos reencontrado virtualmente con quienes viven en diversas ciudades del país, Estados Unidos, Canadá, y ¡hasta Finlandia!


Llegó el “día D” y seguimos confinados, por lo que la reunión tuvo lugar vía Zoom. La pasé muy bien con los que se conectaron, aunque no me cabe la menor duda —y estoy seguro de que a los demás tampoco—, de que hubiéramos disfrutado más con la cercanía y calidez de las reuniones presenciales. La desventaja es evidente, pero también, como ocurre con casi todo, siempre hay ventajas, y en este caso fue acercar virtualmente a las amigas y amigos de otros países, que muy probablemente no hubieran podido acompañarnos presencialmente.


A reserva de entrar al debate de las ventajas y desventajas entre las relaciones presenciales y las virtuales, me parece que el ejemplo del joven Acutis y el que acabo de exponer dejan muy claro cómo se pueden aprovechar las nuevas tecnologías, en especial las redes, para hacer cosas buenas, como es el repartir dosis de esperanza o reunir personas de distintas partes del país y del mundo para ponerse al día y pasar un buen rato. No se diga todo el bien que se está haciendo en muchos otros ámbitos, como el caso de los webinars que están organizando Universidades de prestigio internacional, a los que pueden acceder muchas personas, o las campañas de ayuda cuyo éxito se debe en gran medida a su difusión en las redes.


Por otra parte, no cabe duda que el mal uso de la informática puede ser muy perjudicial para la sociedad. Me impactó leer una nota reciente que relata el incremento hasta en un 70% del consumo de pornografía infantil, a raíz del confinamiento. Esta preocupante situación se suma a muchos otros casos, como los de suicidios derivados de ciber acosos, denuncias falsas escudadas cobardemente en el anonimato —que a través de las redes se hacen virales y afectan gravemente el honor de las personas— o las llamadas fake news, entre otros muchos ejemplos.


Estoy convencido de que esta época de pandemia es un buen momento para reflexionar si no conviene tomarnos muy en serio el uso que hacemos de las redes. Quizá podamos guiarnos por una regla de comportamiento virtual muy simple, aunque no siempre fácil de lograr, que es la que aplicó en su vida el joven Acutis, a quien pronto veremos en los altares: usar el internet solo para hacer el bien.


Agradezco las correcciones de Jaime N., José Ricardo C., Juan C., Cecilia C., Horacio M., Sergio B., Juan Carlos C., y la ayuda de Ana Paola R. con el diseño del blog.

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